Sofía Cifuentes Contador

No hay muchas investigaciones sobre la menstruación en la Academia; e incluso entre los estudios feministas y los estudios de género la menstruación ha tenido un protagonismo marginal. En este breve texto quiero contar cómo ha sido, para mí, abordar este “objeto poco serio” en mi tesis de magíster, su divulgación en distintos espacios y las proyecciones que preveo al respecto. 

Cuando entré al magíster en Ciencias Sociales, mención Estudios de la Sociedad Civil, en la Universidad de Santiago de Chile, decidí profundizar en algunas preguntas que había comenzado a hacerme recientemente, tras dejar de usar anticonceptivos hormonales y aprender el método sintotérmico. Aun cuando me considero “consciente de mi cuerpo”, ¿por qué asumía que la “decisión feminista” era usar estos fármacos, que suprimen una función corporal, sin buscar otras alternativas? Si bien mi relación con mi menstruación nunca ha sido problemática, ¿por qué la mayoría de las mujeres odia “la regla”? Sentí rabia y culpa por lo desinformada que me encontraba sobre el ciclo menstrual y sus efectos en la salud física, mental e incluso en el atractivo sexual y la elección de pareja; por no saber nada de la historia racista de los anticonceptivos hormonales y del gran alcance del tabú y estigma menstrual y cómo este genera una desigualdad entre los géneros muchísimo más grave de la que inicialmente imaginaba.

Empecé el magíster y comencé a profundizar en mis inquietudes: principalmente, ¿qué significa hacer de la menstruación un problema público? En algunos países se hablaba de “activismo menstrual”. ¿Había en Chile, o en otros países de Latinoamérica, este tipo de activismo? La última ola feminista chilena había puesto en el centro del debate el derecho al aborto y el sexismo en la Educación; sin embargo, la menstruación no fue tema aun cuando está estrechamente vinculada al aborto y se ha utilizado contra las mujeres como argumento para negar el derecho al voto y al trabajo renumerado fuera del hogar. Dada la relevancia de la investigación y el conocimiento situado, ¿qué diferencias había entre menstruar y politizar la menstruación desde Chile/Latinoamérica y desde otros países del mundo? ¿Las categorías de análisis que habían surgido para el activismo menstrual de Estados Unidos serían aplicables y útiles en estos contextos? 

Mi investigación buscó describir la visibilización menstrual en Chile, ahondar en los motivos para hacer de la menstruación un problema social y político e indagar en los (posibles) sustentos feministas en su politización. Me interesaba saber de qué manera la menstruación se comprendía no solo como una experiencia encarnada individual, sino también como una vivencia interseccional que producía y reproducía discriminación y que requería de activismo para generar mejores condiciones para menstruar.

Al buscar bibliografía hallé The Palgrave Handbook of Critical Menstruation Studies (2020), que presentaba una perspectiva afín al enfoque que yo quería darle a mi investigación: la experiencia menstrual como un lente o una categoría de análisis para comprender y cuestionar sistemas de poder y de conocimiento. Con su lectura conocí a académicas imprescindibles como Chris Bobel, Breanne Fahs, Inga Winkler y Miren Guilló, por nombrar solo a algunas. Los artículos abordaban temas diversos y fascinantes —como activismo, derechos humanos, miradas críticas a los programas contra la “pobreza menstrual”—. Sin embargo, apenas había dos colaboraciones latinoamericanas: Eugenia Tarzibachi (Argentina) y Úrsula Maschette (Brasil). ¿Acaso no está pasando mucho más en nuestro continente? Las investigaciones académicas latinoamericanas son escasas. En este ámbito, quiero destacar el trabajo de Karina Felitti, Nuria Calafell y María del Rosario Ramírez, quienes han estudiado las prácticas en torno a la menstruación en Argentina y México, así como la propuesta de Andrea Aguilar Ferro sobre los “feminismos menstruantes” del Abya Yala, y que fueron cruciales en mi tesis.

 

Titulé mi investigación “Desafiando el tabú y estigma menstrual en Chile: Una lectura feminista de los discursos que, desde la sociedad civil, buscan resignificar la menstruación”. Realicé trece entrevistas con diecisiete mujeres que trabajan por la visibilización menstrual y demandan dignidad desde sus colectivos y organizaciones. Las entrevistas estuvieron atravesadas por la indignación por el enorme desconocimiento que hay sobre el funcionamiento de nuestro cuerpo y los mandatos opresivos asociados al género femenino que se activan muy fuertemente con la menarquía. De manera reiterada surgió la violación y el abuso sexual a partir de lo menstrual, elemento que contribuyó a proponer una definición de “violencia menstrual”. Si bien todas se declararon feministas, se expresaron tensiones con los feminismos, lo que me permitió acuñarles como “feministas liminales”, ya que abordar la menstruación genera incomodidad incluso dentro de los feminismos, colocándolas en los límites del debate feminista. Aun cuando todas incluyen la diversidad menstruante, las acusaciones de “esencialistas” (igualar menstruación = mujer = género femenino) y también de “invisibilizar a las mujeres” (crítica más cercana a posicionamientos que se incomodan con el término “persona menstruante”) sobreviven como un punto de enfrentamiento. Sin embargo, esta tensión es más débil en Chile que en Estados Unidos, donde el activismo menstrual está más fragmentado a partir de esta tensión. Por lo tanto, las categorías analíticas que surgen en dicho país en cuanto al género no operan de la misma forma aquí, remarcando la importancia de las investigaciones locales. A su vez, no todas las entrevistadas se sintieron identificadas con la etiqueta “activista menstrual”, pues vinculan su trabajo a activismos más amplios, como la defensa del medioambiente, al intentar evidenciar que separar el cuerpo del territorio es una ficción y que luchar por la salud menstrual es luchar, también, por la defensa territorial. Mi tesis me permitió concluir que en Chile se está desarrollando un activismo menstrual que es feminista, que está vinculado al activismo menstrual latinoamericano, que visibiliza la violencia menstrual y que dialoga y se tensiona con los feminismos. 

Todos estos elementos son interesantes, novedosos y nutren el debate contemporáneo sobre la menstruación. Según mi conocimiento, y hasta agosto de 2023, mi tesis era el primer estudio que abordaba de manera integral el activismo menstrual en Chile y que presentaba una sistematización de eventos clave de su dimensión latinoamericana. Esto alimentó mis esfuerzos para divulgar la investigación y por ello he participado en múltiples espacios. Quiero destacar dos congresos dedicados solo a la menstruación: el IV Encuentro Latinoamericano de Educación, Salud y Activismo Menstrual, realizado en San Pablo (Brasil), y el 24º Congreso de la Sociedad de Estudio del Ciclo Menstrual, realizado en Washington (EE.UU.). Ambos eventos fueron muy enriquecedores pero tenían claros contrastes: el Encuentro Latinoamericano se posiciona explícitamente desde el pensar y avanzar hacia propuestas situadas y feministas sobre la menstruación; en Estados Unidos, aun cuando pude compartir con varias de las autoras del Palgrave, eminencias académicas que fueron muy amables, la marginalidad de la presencia latina —éramos solo cuatro— remarcó que nuestros aportes siguen siendo periféricos. Esto me hace pensar que nuestra sub-representación se debe a elementos estructurales: el dominio del inglés es un privilegio en nuestra región y la precariedad laboral (y académica) no facilita poder acceder a espacios de este tipo (el dinero es una gran barrera; yo conté con el apoyo de fondos universitarios para ir). 

Finalmente, creo fundamental que se investigue la menstruación desde la Academia, aun cuando podemos —y debemos— criticar cómo esta ha producido históricamente el conocimiento “válido”. Hoy, con el auge de los enfoques de género, feministas y descoloniales, contamos con más herramientas para hacer investigaciones útiles y críticas; el emergente campo de los estudios críticos de la menstruación favorece un sentido de comunidad académica donde, esperemos, la presencia latina sea cada vez mayor. El Encuentro Latinoamericano brinda cada año la oportunidad de enriquecer el debate local. El rápido aumento del activismo menstrual latinoamericano permite generar sentido de comunidad y brindar esperanzas para que podamos avanzar a hacer realidad la dignidad menstrual para todas las personas que menstruamos: niñas, adolescentes, mujeres, personas no binarias, hombres trans y otras. La pertenencia a un determinado género no debe limitar el derecho a la dignidad menstrual si queremos hacer de este un movimiento vital, inclusivo y transformador, que efectivamente permita mayor salud menstrual para todas y todes.

Sofía Cifuentes Contador

(Santiago de Chile, 1989). Socióloga, licenciada en Estética, diplomada en Salud Menstrual y Magíster en Ciencias Sociales. Ha trabajado en intervención comunitaria y evaluación y ha realizado investigación en género, feminismo, intervención social y derechos humanos. En 2024 comenzó un Doctorado en Antropología en la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos) para expandir su investigación de magíster. Realiza divulgación menstrual a través de @menstruacionenllamas.