Sylvia Caneo, nacida el 17 de mayo de 1951, nieta y bisnieta de machi, es lawentuchefe y atiende en su ruka en el CESFAM de Villa Alemana.
Vamos a empezar hoy día con una invitada muy especial, nuestro broche de oro. Me gustaría que se presente y que nos cuente de dónde viene y en dónde ella desarrolla su medicina.
Mari mari, lamngen. Mari mari, kom pu che. Iñche Sylvia Caneo. Yo soy de Nueva Imperial. Hace doce años llegué a Villa Alemana, tratando de rescatar nuestra cultura y nuestra medicina. Trabajo en el consultorio de Villa Alemana hace diez años. Fui una de las primeras en entrar esta medicina dentro del Servicio Nacional de Salud. Tengo tres Pichirukas, en Puente Negro, Tronco Viejo y Eduardo Frei, en los tres consultorios de CESFAM de Villa Alemana.
Mi abuelo y mi bisabuelo fueron machis. Desde muy chiquita empecé a recolectar hierbas. Salía detrás del abuelo escondida porque él no me dejaba porque era muy chica para subir los montes. Creía yo hacerlo leso al abuelo. El abuelo partía, se iba al rewe, oraba −se pide permiso a la tierra para poder cosechar la medicina−; entonces yo me escondía detrás de un árbol (tendría como seis, cinco años) y el abuelo partía. Y yo detrás de mi abuelo, me iba escondiendo detrás de los árboles, cosa que no me pillara. Pero el abuelo ya iba preparado, porque me tenía un saquito blanco, chiquitito, para recolectar. El abuelo partía, lejos ya se perdía, y miraba atrás, y sabía que yo venía. Cuando él iba a mirar para atrás, me escondía, y yo pensaba que no me veía. Y ya después me decía: “Ya, hija, venga para acá que vamos a ir a recolectar hierbas”. Mi escuela fue mi abuelo, yo no he estudiado nunca en el computador ni en un libro. Y así, recolectando, el abuelo me iba enseñando para qué servía cada hierba. Todo el pasto que nosotros sacamos de la tierra es medicinal, las flores también son medicinales, las rosas son medicinales: todo es medicinal.
Hasta que a mi padre le dio la tincada que teníamos que viajar a Santiago. Lloré tanto. Yo había nacido en el sur, allá veía puro verde, montañas y todo… Llegar a Santiago fue atroz, tendría como diez años cuando mi padre se trasladó. Era carabinero, por desgracia. Pero mis vacaciones, los tres meses (porque antes eran tres meses de vacaciones que teníamos) yo me iba pa’l sur, a recolectar hierbas. Y luchaba para que mi papá no me trajera a Santiago, pero era su obligación tener todos los hijos con él.
Hasta que un día le dije: “¿Sabe qué?, yo cuando tenga 21 años no voy a seguirlo más a usted, así que yo me voy a quedar con mi abuelo”. Pero después me casé con un wingka y me vine a Santiago. De primera me prometió que íbamos a tener terreno, vacas, ovejas, y de todo íbamos a tener allá en el sur. Pero no se acostumbró él. Duramos trece años de matrimonio, en los que yo no tenía nada que ver con hierbas. “No quiero saber nada más de hierbas. No quiero saber que andís trabajando ni una cosa”, me decía.
Me separé. Y volví de nuevo al sur. Mi abuelo se murió. Antes de que mi abuelo muriera me dijo: “Usted va a ser una gran lawentuchefe”. Y yo le dije: “Ya, abuelo, yo voy a recibir todo lo tuyo, toda tu buena energía”. Y mi abuelo se sienta y me dice: “Trae tu banquita”. Y yo traigo mi banca, una chiquitita. “Ya”, me dice, “yo te voy a lavar los pies”. Y yo le decía: “Abuelo, pero ¿cómo usted me va a lavar los pies?”. Y me lavó los pies, un viejito chico, y me dice: “Desde ahora tú vas a ser una gran lawentuchefe. Usted se va a dedicar por siempre a su pueblo mapuche. Lo que yo soy, usted va a ser después”.
Con el tiempo, dije yo: ¿Seré una lawentuchefe o no seré lawentuchefe? No me creía el cuento. Porque mi abuelo era muy poderoso en esta medicina, lo seguían de todas partes en el Alto Bíobío, pero nunca cobró un peso, siempre eran trueques, que la gente le llevaba una cosita, pan, sopaipillas, gallinas, pato…
Después empecé a hacer costura. Dije yo: “Bueno, voy a ser costurera”. Le trabajé a Montaña Sport y JJO. Empecé a trabajar con una maquinita, después tuve nueve máquinas, un taller de confección.
En ese tiempo tenía un puro nieto… Yo tenía que ir a entregarle las casacas a Montaña Sport y mi nieto de diez años me dice: “Mami, dame permiso para ir a la piscina”. Y yo le dije: “No, hijo, porque nosotros nos vamos a la playa el sábado”, esto fue un día viernes. “No, mamita linda, dame permiso para ir a la piscina”. Y le di permiso para ir a la piscina. Cuando yo regreso una señora me dice: “Señora Silvia, se electrocutó su nieto en la piscina”. Fue algo atroz. Mi nieto duró once días agónico en Santiago. Yo entregué todo. Y dije: “Por esta costura perdí lo que más quería”.
Y me fui al sur a recapacitar y empecé a soñar muchas cosas sobre los mapuche. Hablé con un tío y él me dijo: “Esto es un llamado. Lo que a ti te pasó es un llamado, que tú tienes que seguir con nuestra medicina”. Y ahí tomé conciencia. Empecé a trabajar en la calle del consultorio de Villa Alemana con hierbas. Y un día iba pasando mi alcalde, José Sabat, y me dice: “¿Qué estai haciendo, vieja, aquí?”. Estaba lloviendo y le dije: “¿Sabe?, un día quiero tener mi ruka aquí dentro del consultorio”. Y me dijo: “¿Y qué es una ruka?”. “Una pequeña casa de medicina que quiero tener aquí adentro”. Y me dice: “Ya po, presenta un proyecto”. No sabía cómo hacer un proyecto, y le cuento a mi hija, “Ya, mamá”, me dice. Entonces empezamos el proyecto. Fui a nuestra agrupación indígena y me dijeron: “Silvia, por acá presentemos el proyecto mejor”. Y ahí me gané $200.000 para hacer mi pichiruka. No me alcanzaba, y mi hija, como ella sabía que lo que más amaba ahora era trabajar en plantas, me dijo: “Mamá, ni un problema, yo te pongo todo”. Así que partí haciendo mi primera pichiruka en el consultorio de Villa Alemana. Fue como renacer de nuevo, con nuestra medicina. Vinieron hartas autoridades a verme al consultorio. Fue hermoso el encuentro que yo tuve con la gente de Villa Alemana.
Así, empecé a dar los tratamientos que mi abuelo me enseñó. Porque no solamente se debe usar una pura hierbita, se hacen tisanas para la enfermedad. Lo que mi abuelo me enseñó yo lo empecé a aplicar en el consultorio. Y ha tenido tan buenos resultados que los médicos se atienden conmigo. El director David Tolosa me dice: “Señora Silvia, usted les va a quitar a todos los pacientes”.
Después de esa ruka empecé en Tronco Viejo, y después en Eduardo Frei. Y ahora soy muy feliz haciendo esto con el pueblo, con todos los de aquí, y no solo de aquí, gente del extranjero me viene a ver a mí también. Hago unos excelentes tratamientos para el cáncer. Ese tratamiento se fue a una convención de médicos, porque los tumores se secan con mi medicina. Y de Bélgica me llamaron felicitándome. Tengo un médico del Van Buren que también tenía cáncer, “¿Sabe?”, me dijo, “me quedan dos meses de vida”. “Usted no se va a morir, tome como yo le digo y no se va a morir”. Lleva dos años, siete meses conmigo. Eso es porque nosotros sabemos dar nuestra medicina. Muchos yerbateros hacen el engaño, convencen a la gente con un palito. Pongámosle, en la televisión salió el palo negro. El palo negro es excelente para el cáncer. Toda la gente fue a la ruka a buscarme el palo negro. Yo le decía: “Señora, no lo tomen así, tómelo como yo lo doy”. “No, en la televisión salió así”. “Bueno, créale a la televisión. Pero yo sé más que la televisión”.
Cuando uno sabe dar la medicina, como corresponde, ser una buena yerbatera honesta, las puertas se abren en todo lugar.
Hay mucha gente mapuche actualmente que no utiliza su vestimenta tradicional, ¿cierto? Y aunque ustedes no hagan un activismo político, así, evidente, el vestirse así igual es un acto político de resistencia, ¿cierto?
Yo creo que, a lo mejor, sí. Pero nosotras estamos tan acostumbradas, yo con mi hermana. Soy tan orgullosa de llevar esto, lo llevo con mucho orgullo y mucho respeto. Somos las únicas que andamos todos los días vestidas así, no para la ocasión.
Por eso yo digo que es como un acto de resistencia también, porque la sociedad tiene un rechazo hacia la cultura mapuche. Actualmente en Chile hay una represión grande. Está la machi Francisca Linconao detenida, y cuando hay una machi en prisión hay una diferencia bien grande, no quisiera decir que hay una diferencia, pero la hay por un aspecto espiritual, que ella es despojada del contacto con el lawen, con la tierra, incluso con su vestimenta, ¿qué piensas tú de eso?
Que es una discriminación hacia nuestro pueblo. Yo no sé por qué el wingka no puede entender nuestras tradiciones, no sé por qué no puede respetar también nuestra manera de ser. No hay respeto hacia el mapuche, no hay. Y ellos quisieran pisotearnos a nosotros, pero nosotros somos más fuertes que ellos. Es verdad que es nuestra machi, pero ella tiene tanto poder espiritual que eso la envuelve a ella, es como cubrirse. Yo creo que algún día se van a dar cuenta y valorar al pueblo mapuche como tal.
Tu bisabuelo y tu abuelo son machis, ¿no? ¿Tú sabes cómo a ellos les llegó esa iniciación? Que tu abuelo te haya lavado los pies es un acto de iniciación.
Mi abuelo a mí me contó que tuvo muchas revelaciones de sueños. Yo también he tenido revelaciones de sueños. Esto es como una herencia, para que me entiendan. Nuestros dones se van pasando de una generación a otra. El día que yo parta mi nieta queda con mi legado, porque así se va haciendo…
¿Tú le quieres explicar a la gente cuál es la diferencia de un machi y un lawentuchefe?
La machi primero que nada para hacer un tratamiento de medicina se tiene que ir al rewe, a pedir permiso espiritualmente, a los espíritus nosotros les pedimos el equilibrio. Nosotras tenemos que estar bien equilibradas para poder dar esta medicina.
La machi es como el médico. Tiene los poderes, se concentra espiritualmente para ver las aguas, ella mira las aguas y adivina la enfermedad que tiene la persona. Y le da la medicina apropiada.
Y la lawentuchefe es la experta solo en hierbas, ¿cierto?
Yo soy experta en hierbas, cómo hacer la tisana de las hierbas. No solamente una hierba sirve. “Me duele la guata, ¿qué voy a tomar?”, ahí tiene que hacerse la mezcla: malva rosa, ruda, porque la ruda le va a quitar la acidez, los jugos gástricos que suben y bajan, agüita de mastranto, paico. Mínimo tres hierbas para el dolor de guata, no una.
¿Y respecto a la alimentación, qué recomiendas?
Harta fruta, harta verdura. Porque nosotros todos comemos tallarines, arroz, tallarines, arroz. No. Tenemos que comer harto verde.
¿Y por qué enfermedades va comúnmente la gente a la ruka?
Lo más común: el estrés, el colon, la diabetes, el cáncer… A mí me da miedo de ver tanta gente que llega con cáncer, chiquillas jóvenes con cáncer de mamas. Pero lo que más llega es el estrés, porque está toda la gente estresada. Hasta los niños se estresan. El colegio los estresa a los cabros, después llegan a la casa, y nosotros “a hacer las tareas”. Hay que darle una agüita de melisa, una agüita de naranjo, hojas de lechuga, para la noche pa’ los chiquillos. Ahora todos los niños están con estrés y la hiperactividad. Antes nunca tuvimos eso.
¿Y qué hierbitas son buenas para el estrés?, pero para los adultos. ¿O para el colon?
Anoten: espino blanco, corcolén y pasiflora. Esas tres hierbas: una, el espino blanco le quita el estrés, palpitaciones, sirve después de un infarto, o taquicardia, excelente para el bruxismo; el corcolén, excelente para el nervio central, ni un médico les da para el nervio central y todos tenemos nervio central, les sirve para los dolores reumáticos, para la tos; y la melisa, para tranquilizarlo. Incluso a los niños les doy solamente espino blanco y los relaja completamente, y pueden dormir bien, porque los niños duermen a saltos. Decimos: “No, si duerme toda la noche”, pero nosotros no estamos toda la noche vigilando, los niños también saltan.
Si es espino blanco solo para los niños, dos cucharas soperas se preparan en un litro de agua. Ese litro de agua la mayor cantidad que uno le pueda mandar al colegio para la sed. Les abre hasta la mente. Y para adultos, es una cuchara sopera de cada una de las hierbas en un litro de agua, y lo toman dentro del día el litro de agua.
El colon se inflama solamente por el sistema nervioso. Para eso, agave o pita, esa que se amarra a las lechugas. Una cuchara de agave, una de albahaca, una de hinojo, una pasiflora, melisa, valeriana o San Juan, cualquiera. Ustedes las mezclan: una cuchara sopera de cada una de esas hierbas y santo remedio para el colon. Y, en ayunas, tienen que tomar la mitad de la cuchara de té de bicarbonato con agüita tibia. Si ustedes se lo toman así, se van a acordar de mí.
¿Y las hierbitas son infusión o es cocimiento?
Solamente infusión. Las hierbas nosotros no las usamos hirviendo. Las echamos a la olla y dejamos que repose. Y nunca se toma caliente, al momento, porque la hierba tiene que botar la vitamina, tiene que concentrarse, y se toma mejor helada.
Las cortezas, raíces, esas tú las puedes hacer hervir. Pero lo demás, todo úsenlo en infusión no más.
¿Y para los desórdenes hormonales en período fértil? Cuando tienen menstruación irregular, ¿qué recomiendas?
Nosotras también usamos la flor blanca. Es que la flor blanca sirve para todo en general, todo lo vaginal, las hormonas, es excelente.
Y, por ejemplo, ¿la salvia la recomiendas también?
Sí, también la recomiendo. Incluso para el cerebro. La salvia blanca, excelente para la memoria. Antiespasmódica.
Y para la baja estrogénica en la menopausia, ¿también la flor blanca o la salvia?
Yo uso el té burro. Excelente, porque es antiespasmódica también. La otra: artemisa. Té burro con artemisa y poleo, excelente tratamiento.
¿Cuál es el famoso tratamiento para el cáncer? Si es que nos puedes contar…
Palo negro, quintral, encina, maqui, caléndula y cabello de ángel. Una cuchara sopera de cada una de esas hierbas en un litro de agua. Y sangre de grado, que también es del Perú, 30 gotitas a ese litro de agua que ustedes están preparando. Y la moringa, que también es en jarabe.
Pero es un proceso largo, más o menos de cinco meses si está muy avanzado; y si es chiquitito en un mes ya se secó el tumor. Para prevenir un cáncer también la gente lo debe tomar.