¿Qué significados encontramos en el acto de comer? ¿Es la nutrición uno de los bastiones de la maternidad? ¿En qué momento la alimentación se volvió confusión, moda, guerra?

Sentido común: para sobrevivir es necesario comer. De maneras muy variadas, todos los animales necesitamos comer. Y así lo venimos haciendo como humanxs hace unos doscientos mil años. 

De animalidad nos quedan algunos rasgos anatomo-fisiológicos y de humanidad, bastante más: somos seres simbólicxs que creamos y vivimos la atmósfera de nuestra cultura. De tal manera nos formatea la cultura en la que nacemos que funciones en principio biológicas –ni más ni menos– se han modificado por usos y costumbres y dejaron de estar asociadas a su función específica. Por eso nos alimentamos a determinados horarios: comemos en función de la vida productiva que organiza socialmente nuestra vida. Y no comemos regidos por el hambre (casi nunca llegamos a tener hambre); ningunx gasta tanta energía que requiera comer cada 4 horas. Habitualmente comemos sentadxs en sillas, sentadxs a una mesa: eso pasa casi exclusivamente en Occidente. Otra cosa que nos moldea la cultura es el sentido del gusto: dulce el desayuno, almuerzo salado y postre dulce. No hay nada de natural en esto.

Históricamente, cada cultura comió lo que tenía a su alcance (lo que era local, de estación, lo que producía) y muchísimo menos de lo que comemos en la actualidad. Menos y de mejor calidad. 

Nosotrxs comemos comida que no producimos, que tarda tiempo en llegar del campo a la ciudad o que lleva mucho proceso de industrialización. Eso es una novedad que tiene –en esta escala– cien años o menos, en la mayor porción del mundo. Por lo tanto, es todavía una incógnita qué puede suceder con estas variaciones importantes en la acción de comer.

Durante todo el ciclo vital, humanxs y animales comemos. Lxs bebés siempre necesitaron, en consecuencia, ser alimentadxs. La leche materna fue hasta 1860 la única posibilidad de hacerlo (propia madre o nodriza). Con el desarrollo de la primera leche de fórmula (precisamente, una fórmula que mezcló leche de vaca y cereales) se abrió una nueva puerta. El boom de la alimentación industrializada para bebés llegó en la segunda posguerra, con la incorporación de las mujeres al mercado laboral y el desaliento de la lactancia materna. También con el desarrollo de las vitaminas se potencia la lactancia artificial como elemento de emancipación y de “civilización”.  

¿Qué pasaba mientras tanto en culturas que no tenían esta misma relación con la medicina y los controles de salud? ¿Qué pasa hoy mismo en buena parte del planeta?

Existe el sentido común. Existen las posibilidades reales. La lactancia es el recurso de alimentación más antiguo, extendido y apto para nuestra especie durante los primeros seis meses.

A la gestación le sigue el nacimiento y al nacimiento, la lactancia. El cuerpo activa la orden de producir leche para la cría más allá de nuestro deseo. Si sumamos naturaleza y deseo, puede ser un combo feliz. Y, aun en las mejores condiciones, dar la teta resulta agotador, es uno de los trabajos menos visibilizados y más demandantes de toda la maternidad. En condiciones de salud específicas, la lactancia no se logra o no es recomendada. Y hay, afortunadamente, recursos y estrategias para alimentar por otras vías.

De algún modo, la cría prospera y crece. Y la alimentación sigue siendo una ocupación cotidiana.  

Así como la mayoría de las mujeres no se preguntan ni investigan acerca de los beneficios del porteo y simplemente lo hacen (porque se hace así, porque no tengo opción, porque cómo voy a trabajar la tierra y dejar al bebé lejos, porque cómo voy a subir el cerro o el colectivo con un cochecito –y cómo lo obtengo–), lo mismo podemos pensar con la comida. En algún momento, el bebé conquista una posición que le hace posible “manotear” un pedazo de comida. Y así comienza a comer. 

El acto fisiológico de comer (como hacer pis, caca, moverse) es una de las funciones de regulación del organismo. Claro que nosotrxs no somos “animales cualquiera”: somos seres habitados por discursos, atravesados por la mirada social, intervenidxs por el mercado.

Durante décadas, lxs médicxs hicieron del paso de la teta a la comida algo muy complicado: instrucciones sobre edades, horarios, cantidades y formas de preparación, sin ninguna base científica y en contradicción con otros colegas. No viene mal recordar que cuando nos ponemos “en manos” de lxs médicxs, antes ellxs, muchas veces, se pusieron en manos de la academia y del mercado.

En la actualidad,  el consenso médico indica para bebés saludables el inicio de la alimentación complementaria a los 6 meses en promedio. La edad es apenas uno de los indicadores para establecer ese inicio. Brinda un listado de alimentos, una gradación en el ofrecimiento, una indicación de cantidades y algunas recomendaciones. Hay listados, listas y listitas. Y hay médicxs que usan su propio librito, desoyendo todo consenso. Sería muy feliz para todxs que se animaran a seguir estudiando, a revisar su ética y sus prácticas. 

La llegada de unx bebé a nuestras vidas trae regalos muy profundos: la oportunidad de revisar nuestra historia y nuestras decisiones, de actualizar quiénes somos y qué vamos a hacer con todo ese mundo creativo que se despliega. Una chance de cuestionarlo todo (pero no hace falta que sea todo a la vez).

Texto: Carolina Irschick, puericultora. Láctea, maternidad y lactancia

Ilustración: Clara Lagos